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DIFERENCIA ENTRE EL TEMOR, LA ANSIEDAD Y LA ANGUSTIA

por URDIALES CORTES, JESSICA IRAHÍ

 

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por URDIALES CORTES, JESSICA IRAHÍ

En el presente artículo se conceptualizará el temor o miedo como síntoma parecido a otros como ansiedad y angustia, y me parece importante diferenciarlos.

El temor es aceptar o admitir, angustiosamente, la posibilidad de que suceda algo no deseado. El temor es lo contrario del amor y el valor, impide el razonamiento y paraliza la actividad buena. Esta es una de las peores características del temor, porque al impedir razonar bloquea el camino al entendimiento. El temor es un pensamiento habitual equivocado, que necesariamente se acompaña de pensamientos erróneos, tales como: duda, inseguridad, desconfianza, incertidumbre, intranquilidad, angustia, desaliento, pesimismo, fracaso, depresión, desvalorización, desesperanza y mucho más. (Del Río, 2006)

Frecuentemente enseñamos el temor a los niños. Por un lado, se cree que se controla mejor al niño mediante el temor, y entonces se les infunde temor a situaciones, cosas y demás. En este caso se daña emocionalmente al niño y no se logra controlarlo mejor. El niño expuesto al contacto con el temor, se hace inseguro, desconfiado y enfermo.

A los niños se les debe enseñar a ser valientes, seguros, poderosos y bondadosos, nunca a temer algo; en todo caso, se debe enseñar que el temor es un pensamiento erróneo, causal de muchos problemas y malos resultados.

Por un lado, la ansiedad es una parte de la existencia humana, todas las personas sienten un grado moderado de la misma, siendo ésta una respuesta adaptativa.

Según el Diccionario de la Real Academia Española, el término ansiedad proviene del latín anxietas, refiriendo un estado de agitación, inquietud o zozobra del ánimo, y suponiendo una de las sensaciones más frecuentes del ser humano, siendo una emoción que se manifiesta mediante una tensión emocional acompañada de un correlato somático. En general, el término ansiedad alude a la combinación de distintas manifestaciones físicas y mentales que no son atribuibles a peligros reales, sino que se manifiestan ya sea en forma de crisis o bien como un estado persistente y difuso, pudiendo llegar al pánico. Si bien la ansiedad se destaca por su cercanía al miedo, se diferencia de éste en que, mientras el miedo es una perturbación cuya presencia se manifiesta ante estímulos presentes, la ansiedad se relaciona con la anticipación de peligros futuros, indefinibles e imprevisibles. Tanto la ansiedad como el miedo tienen manifestaciones parecidas, en ambos casos se aprecian pensamientos de peligro, sensaciones de aprensión, reacciones fisiológicas y respuestas motoras; por eso, algunos autores utilizan indistintamente un término u otro. La característica más llamativa de la ansiedad es su carácter anticipatorio, es decir, posee la capacidad de prever o señalar el peligro o amenaza para el propio individuo, además, tiene una función activadora y facilitadora de la capacidad de respuesta del individuo, concibiéndose como un mecanismo biológico adaptativo de protección y preservación ante posibles daños presentes en el individuo desde su infancia. Sin embargo, si la ansiedad supera la normalidad en cuanto a los parámetros de intensidad, frecuencia o duración, provoca manifestaciones patológicas en el individuo, tanto a nivel emocional como funcional. (Sierra, 2003)

La teoría psicoanalítica sostiene que la ansiedad con la que el neurótico lucha es producto del conflicto entre un impulso inaceptable y una contrafuerza aplicada por el Yo. Freud concibió la ansiedad como un estado afectivo desagradable e identifica elementos subjetivos y fisiológicos, siendo los primeros más relevantes bajo su punto de vista, añadiendo que es el componente subjetivo el que implica, en sí mismo, el malestar propio de la ansiedad. Por otra parte, la ansiedad actúa como una señal ante el peligro real e incrementando la activación del organismo como preparación para afrontar la amenaza. Además, Freud identifica tres teorías sobre la ansiedad: 1) La ansiedad real que aparece ante la relación que se establece entre el yo y el mundo exterior; es decir, le avisa de un peligro real que hay en el ambiente que lo rodea. 2) La ansiedad neurótica, que resulta más complicada, se entiende también como una señal de peligro, pero su origen hay que buscarlo en los impulsos reprimidos del individuo, siendo ésta la base de todas las neurosis; se caracteriza por la carencia de objeto, estando el recuerdo del castigo o evento traumático reprimido, no se reconoce el origen del peligro; además, se relaciona el peligro con el castigo contingente a la expresión de los impulsos reprimidos. 3) La ansiedad moral es conocida como la de la vergüenza, es decir, aquí el super-yo amenaza al sujeto con la posibilidad de que el yo pierda el control sobre los impulsos. Para Freud, toda neurosis es un trastorno emocional expresado en el plano psíquico, con o sin alteraciones somáticas y con una leve deformación afectiva del sentido de la realidad, que se manifiesta en las relaciones sociales e interpersonales como la expresión de otros conflictos psicológicos. Cualquier tipo de neurosis presenta una característica común: la ansiedad, refiriéndose aquí a un estado puramente mental del sujeto; otras características a destacar serían: la inmadurez emocional y la necesidad de dependencia, que es a su vez un producto del psicoinfantilismo del neurótico, ya que todo neurótico suele sentirse la mayoría de las veces como un ser inferior e inseguro respecto a los demás. (Sierra, 2003)

Por último, la angustia se caracteriza por un estado de excitabilidad general y de espera ansiosa, por accesos de angustia, con manifestaciones somáticas neurovegetativas, y por fobias. Es un afecto de displacer más o menos intenso que se manifiesta en lugar de un sentimiento inconsciente debido a que existe algo que no se puede nombrar.

La angustia se traduce en sensaciones físicas, que van de la contracción epigástrica a la parálisis total, y frecuentemente está acompañada de intenso dolor psíquico.

Freud atraviesa por varios momentos para conceptualizar la angustia, en sus primeros escritos la describe como la causa de los trastornos neuróticos y desemboca en una nueva definición en la que distingue 2 niveles; en el primero, es un afecto entre sensación y sentimiento, una reacción a una pérdida, a una separación, a esta parte de la angustia la califica como “originaria”, la que sería producida por un estado de desamparo psíquico del lactante separado de la madre. En el segundo nivel, la angustia es un afecto señal, como reacción al peligro de castración en un tiempo en el que el yo del sujeto intenta sustraerse de la hostilidad de su superyó. Es una angustia en la fase fálica, así la irrupción de la angustia es articulable a la pérdida de un objeto fuertemente investido como la madre o el falo, es decir, estamos hablando de la angustia a la castración simbólica. (Chemama, 2002)

En conclusión, el miedo se diferencia de la ansiedad porque en el primero hay miedo a estímulos externos reales y en la ansiedad los temores son indefinibles, la ansiedad se activa con el mecanismo de la represión. Y la angustia se constituye de temor y ansiedad (entre otras cosas) ante la castración simbólica, ese corte fundamental para estructurar el sí mismo del niño. Generalmente este corte lo ejerce la figura paterna y es lo que permite salir de la fase simbiótica-psicótica al infante.

Es necesario mencionar que tanto en la ansiedad como en la angustia existe un componente corporal, lo que implica que la mentalidad causa efectos en el cuerpo mediante la somatización lo cual me hace pensar en una neurosis histérica.

Así mismo, si nos damos cuenta, en realidad estos malestares son necesarios porque son fundantes del psiquismo del niño. Yo diría que la clave para mantenerlos adaptativos es no permitir que se rebase del monto “natural” que debemos tener para que no se manifiesten como malestares o representen algo incapacitante.

Es muy habitual presentar alguno de estos síntomas, sin embargo, no se le ha dado la importancia necesaria, al contrario, se ha normalizado a tal grado que es común ver niños con crisis de ansiedad o de angustia, o con un temor incapacitante, y esto lo hace aún más difícil y doloroso para quien lo padece.
BIBLIOGRAFÍA:

  • Chemama, Roland, 2002. Diccionario del Psicoanálisis. Amorrortu. Buenos Aires.
  • Del Río Huidrobo, Juan, 2006, El pensamiento del bien. Instituto Método de Aplicación Mental. México.
  • Sierra, Juan Carlos; Ortega, Virgilio; Zubeidat, Ihab Ansiedad, angustia y estrés: tres conceptos a diferenciar Revista Mal-estar E Subjetividade, vol. 3, núm. 1, março, 2003, pp. 10 – 59 Universidade de Fortaleza Fortaleza, Brasil.

 

Diplomado En Terapia De Lenguaje

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