Educar las emociones, marca una diferencia en la calidad de vida
Luisa Fernanda Lapuente Ávila
La época actual nos está demandando hacer un cambio en las aulas y en la enseñanza en general. Durante muchas décadas se ha puesto en primer lugar la inteligencia, o lo que durante mucho tiempo se llamó el coeficiente intelectual (CI), asegurando que tener un CI alto, significaba tener éxito y mayores satisfacciones en su vida; pero hace casi ya tres décadas que se ha venido investigando sobre la inteligencia emocional.
Entendiendo por inteligencia emocional como un conjunto de habilidades tales como ser capaz de motivarse y persistir frente a las decepciones; controlar el impulso y demorar la gratificación, regular el humor y evitar que los trastornos disminuyan la capacidad de pensar; mostrar empatía y abrigar esperanzas. (Goleman, 1997)
Datos existentes sugieren que estas habilidades pueden ser tan poderosas, y a veces más que el CI. Muchos afirman que el CI no se puede cambiar demasiado mediante la experiencia ni la educación, en cambio, las aptitudes emocionales fundamentales pueden ser aprendidas y mejoradas por los niños, siempre y cuando nosotros nos molestemos en enseñárselas. (Goleman, 1997)
Frecuentemente vemos en las escuelas cómo los niños y niñas tienen dificultades para reconocer y gestionar las diferentes emociones. Les cuesta ponerse en el lugar del otro, hablar y compartir opiniones de una manera asertiva. Pero también sabemos que los alumnos que desarrollan una adecuada inteligencia emocional poseen confianza en sus capacidades; crean y mantienen relaciones satisfactorias, comunicando lo que necesitan, piensan y sienten, teniendo en cuenta los sentimientos de los otros; están motivados para explorar, afrontar desafíos, aprender, poseen un autoconcepto alto y tienen mayor número de recursos para solucionare problemas.
¿Están los niños y jóvenes preparados para identificar y gestionar las emociones? La verdad es que no todos; incluso ¿los adultos estamos preparados para ello? Ciertamente que tampoco. Son competencias que se dan por adquiridas y a veces no están lo suficientemente desarrolladas. Competencias que no se les suele prestar la atención que merecen. Adquirir y desarrollar una buena inteligencia emocional es imprescindible.
El aprendizaje no es un hecho separado de los sentimientos de los niños. Ser un alfabeto emocional es tan importante para el aprendizaje como la instrucción de matemáticas y lectura. (Stone, 1993). Este aprendizaje emocional y social ayuda a los niños tanto en el trabajo como en la vida e incluye la potenciación de la autoconciencia, autorregulación y la empatía. Pero estas habilidades no se encuentran en un plan de estudios escolar ordinario, aunque a lo largo de la vida son cada vez más importantes para tener plenitud y éxito.
Al entender mejor cómo funciona el cerebro, obtenemos más información que corrobora que el estado de nuestras emociones es en realidad el que determina la capacidad para razonar y entender.
Los niños aprenden inteligencia emocional en la vida real. Son los padres los primeros tutores de sus hijos en cuanto inteligencia emocional. Los niños aprenden mucho de sus padres y este aprendizaje les sirve como base a lo largo de su vida. Es por eso que lo mejor que los padres pueden hacer por sus hijos es ser emocionalmente inteligentes. (Goleman 2013)
Pero al mismo tiempo podemos intervenir desde las aulas. Ya que las emociones son educables, podemos adquirir e incorporar las habilidades emocionales. Impartir educación emocional en las escuelas a través de experiencias lúdicas, de forma transversal junto con otras materias, e incluso en el trato diario con los alumnos.
La misión del profesor consiste en ayudar a sus alumnos a convertirse en mejores estudiantes con el objetivo de que aprendan mejor, enseñándoles habilidades básicas de atención (focalizarse) para que puedan gestionar sus propias emociones destructivas y resistir las distracciones impulsivas. (Goleman 2013).
Un niño que conoce y sabe gestionar sus emociones, no solo tendrá mejores resultados académicos, sino que estará más preparado para el mundo laboral. Es por eso que no podemos seguir postergando el desarrollo de estas habilidades imprescindibles. Es una gran responsabilidad tanto de padres y docentes de tomar las riendas y esforzarnos por darles a los niños y jóvenes las herramientas necesarias para poder tener una inteligencia emocional sana que los lleve a vivir con plenitud.
Referencias,
Goleman, D. (1997). La inteligencia emocional. México: Javier Vergara Editor.
Goleman, D. (2013). Focus, Desarrollar la atención para alcanzar la excelencia, Kaitos.
Goleman, D. 1993, noviembre 7, Entrevista a Karen Stone McCown, The New York Times.
Punset, E. (2015). Educar las emociones es una llave de libertad para las personas. 2017, agosto 8, de Agencia EFE Sitio web: https://www.efe.com/efe/espana/entrevistas/elsa-punset-educar-las-emociones-es-una-llave-de-libertad-para-personas/10012-2749364
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