La muerte no es algo nuevo para el ser humano, es uno de los mayores fenómenos de este mundo, todo lo que inicia, acaba, todo lo que nace, muere, así todos los seres vivos algún día dejan de serlo. Los seres humanos a través del tiempo han dado diversas explicaciones al por qué de la muerte y qué pasa con la persona cuando muere.
En el mundo entero se llevan a cabo diversas rituales los cuales varían dependiendo de la cultura, idiosincrasia y costumbres de cada grupo humano.
Kastenbaum (1972), considera que el temor es la respuesta más típica e importante ante la muerte. Ante el miedo a la muerte y al morir, se pueden diferenciar tres niveles:
Massa (1987) distingue únicamente tres etapas en el proceso de conciencia de la muerte, las cuales son coincidentes con los estadios evolutivos de Piaget.
1) 5 – 7 años. Dificultad para definir la muerte. Evoca únicamente casos extremos como la vejez, lo cual aleja de él la posibilidad de morir; el lugar de los muertos es el cielo o el infierno. Niegan que los muertos puedan existir y no aceptan la posibilidad de retorno.
2) 7 – 11 años. Aumenta la capacidad para definir y actuar sobre los acontecimientos no presentes. Cambia la forma de exponer las causas de la muerte y conciben la existencia de razones internas biológicas. Se acepta la irremediabilidad, universalidad e inevitabilidad del fenómeno.
3) 11 – 14 años. Especula objetivamente sobre la muerte, y se suele considerar como el fin de la historia individual. Hay una mayor finura en el análisis de los sentimientos y expresan las razones de sus propias acciones.
¿Cómo explicar al niño que un ser querido murió?
La muerte es un tema complicado para un niño, enfrentar la pérdida de un ser querido es una experiencia que resulta sumamente dolorosa. Antes que nada se debe tomar en cuenta la relación de cercanía que tenía el niño con el difunto, sabemos que el vínculo que se tenía con la persona es lo que establecerá la intensidad o el nivel del impacto ante la muerte del ser querido, así como el duelo. Lo más importante es no tratar de engañar, evitar fingir que no ha pasado nada, que el fallecimiento no ha ocurrido o que su vida no cambiara en nada. Dar una versión falsa carece de utilidad y sentido.
La explicación que se le dé al niño se debe mantener tan simple y directa como sea posible, contestando a sus preguntas con honestidad y sin rodeos, se le debe decir la verdad, con detalles suficientes para su nivel de comprensión. Hablándole del fallecido con la mayor naturalidad posible, en pasado, “la abuela vivió muchos años”, “el tío Juan tenía una enfermedad muy, muy grave”. La explicación debe incluir palabras concretas como cáncer, muerte, enfermedad, murió, evitando los eufemismos que pueden ser malinterpretados y confundir al niño, como “está en el cielo”, “ahora es un angelito”, así como tener cuidado para evitar dar descripciones terroríficas o macabras “los pecadores se van a sufrir por la eternidad al infierno”.
De igual manera se les debe permitir la expresión de sus emociones sin estimularlas (llora todo lo que puedas, de mayor no lo podrás hacer) o reprimirlas (tienes que ser fuerte y no llorar ), ayudando a interpretarlas y exteriorizarlas..
Los pequeños pueden y deben ser incluidos, participando activamente en los rituales que se lleven a cabo, alrededor de los cuatro años tienen la edad suficiente para comprenderlos, lo que ayuda (a todos) a recordar a la persona amada. Se les debe animar a tomar parte en los aspectos en los que se sientan cómodos, sin forzarlos; si el niño va a participar en cualquier ritual, hay que explicarle por adelantado, en qué consiste, como debe comportarse y qué es lo que puede esperar (personas lamentándose, entrando y saliendo del lugar, etc.). Con respecto a la percepción directa de la persona fallecida, si el niño expresa su deseo de verlo, esto debe llevarse a cabo con total naturalidad, buscando un momento de tranquilidad, si es posible de privacidad, lo cual le daría también oportunidad de despedirse.
¿Cómo reaccionan los niños ante la muerte?
DE 0 A 2 AÑOS Desconocen el concepto de muerte. Perciben la ausencia de la persona cuidadora como un peligro para la supervivencia. Reacciones: llantos descontrolados, irritación, ansiedad y alteraciones del sueño y el hambre. Reaccionan a su entorno y al cambio de rutinas. ¿Qué hacer? Escucha activa y explicaciones simples, caricias y abrazos, recuperar rutinas, jugar, mantener rutinas, horarios y ritmos
DE 3 A 5 AÑOS La muerte es un concepto temporal y reversible. Se hacen preguntas sobre el sufrimiento de la persona difunta (¿tiene frío?, ¿tiene miedo?, ¿está solo?).
Se sienten responsables de la muerte. Utilizan el pensamiento mágico para dar respuestas. Son muy vulnerables a la desorganización del entorno.
Presentan reacciones como culpa, miedo al abandono, llanto, rabia, comportamientos regresivos (pérdida del control de esfínteres, chuparse el dedo, pedir ayuda para vestirse), trastornos de la alimentación, pesadillas..
¿Qué hacer? Prestar atención a las reacciones y conductas. Brindar una escucha activa y ofrecer espacios de expresión. Dar explicaciones concretas y sencillas. No utilizar metáforas. Mantener rutinas, horarios y ritmos
DE 6 A 10 AÑOS
De los 6 a los 8 años es difícil asumir la muerte. Son conscientes de las consecuencias, pero carecen de herramientas emocionales
De los 9 a los 10 años son plenamente conscientes de qué es la muerte. Necesitan saber las causas. Comprensión del concepto muerte como “causa-efecto”. Hay distinción entre fantasía y realidad. La respuesta ante la muerte de un ser querido puede ser de negación o idealización. Preocupación excesiva por el futuro. Se pueden preguntar: “¿Quién nos cuidará si muere el otro progenitor?”. Reacciones: miedo, rabia, impotencia, tristeza, ansiedad, inseguridad, culpabilidad. Pérdida de hambre y dificultades para dormir (pesadillas). Dolor de cabeza, dolor de estómago. ¿Qué hacer? Retorno a la rutina lo antes posible. Animarlos a expresar pensamientos y emociones. Facilitar información del suceso (sin detalles). Escucha activa sin juzgar ni aconsejar. Posibilitar que escriban o dibujen sobre el suceso. Informarlos y hacerlos partícipes de los proyectos familiares.
A partir de los 11 Años Empiezan a entender la muerte como concepto universal. Pueden tomar conciencia de su propia muerte. Hay interés por los aspectos biológicos de la muerte. Pensamientos filosóficos sobre la muerte y el sentido de la vida. Les cuesta exteriorizar la tristeza por miedo a sentirse débiles ante los demás. Pueden asumir el rol de cuidadores y hacer tareas para las que no están preparados. Reacciones: tristeza, ansiedad, rabia, culpa, nostalgia, sentimiento de soledad y problemas con alteraciones del sueño, distracción y desorientación; rebeldía con la familia y la autoridad en general. Rechazo de la escuela. ¿Qué hacer? Dejarlos participar en la preparación de rituales, hablar de cómo les afectará personalmente la pérdida, no ocultar nuestras propias emociones. Fomentar la conexión entre iguales
¿Cómo deben actuar los padres?
Recordarles que se les sigue queriendo como siempre y que nuestro amor hacia ellos o ellas no ha cambiado.
Señales de alerta
Si pasados unos meses desde la muerte, el niño o la niña tiene dificultades para seguir sus rutinas con cierta normalidad.; llora en exceso, tiene cambios bruscos del estado de ánimo, quiere estar solo o sola durante largos ratos, olvida su higiene, muestra apatía y falta de interés por cosas que antes le atraían o presenta cambios en el rendimiento escolar; ante estas situaciones conviene contactar con un profesional.
En conclusión podemos afirmar que para un niño vivir una experiencia relacionada con la muerte y más aún la muerte de un ser querido es una situación difícil de afrontar. observar y prestar atención a las señales de alerta no deben pasarse por alto. Ayudarle a enfrentar este dolor con el apoyo de un profesional le permitirá al niño vivir su proceso de duelo de la mejor manera.
Bibliografía
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Tanatología), A. L. (01 de Diciembre de 2011). www.tanatología-amtac.com. Recuperado el 21 de Marzo de 2025
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