La evaluación es un elemento de la planeación razonada, que marca la diferencia entre una planeación tradicional, donde se evalúan objetivos de aprendizaje, capacidad de retención del estudiante, temas descontextualizados que no volverán a necesitar en la vida cotidiana y una evaluación auténtica, donde quedan atrás los cuestionarios de hoja y lápiz, los interrogatorios, etc. Y se enfoca más en el proceso de cognición y meta cognición que llevó al alumno a sacar sus propias conclusiones, a apropiarse de la información y transformarla en su propio conocimiento.

Es necesario adaptar el paradigma del constructivismo a esta época moderna y contemporánea, ya que todos los autores que hablaron sobre él, forman parte de una generación bastante atrás de nosotros. El mundo es diametralmente diferente. Y creo que la evaluación es el apartado donde quizá más se puede apreciar esta disyuntiva.

Coincido mucho con la metodología de la Pedagogía lenta, en el sentido de que el aprendizaje de cada niño o joven tiene un ritmo propio, ningún conocimiento debe de imponerse o tratar de inculcarse a la fuerza, el constructivismo postula que, para que se dé el aprendizaje, se unen cognición y contexto cultural, desde ahí entiendo que nadie aprende de la misma forma siempre, ni tampoco lo mismo, es decir, de una misma situación cada quien va a aprender lo que le resulte significativo, ¿Cómo entonces puedo masificar la evaluación? Pretender darles los mismos cuestionarios o exámenes a todos los alumnos, para evaluar exactamente lo mismo me parece incongruente. Remarco, hay disciplinas que pueden medirse desde esta perspectiva, las ciencias exactas, por ejemplo, pero en cuanto a las ciencias sociales, esto me resulta imposible.

La evaluación auténtica, a partir de lo revisado y asociándolo a lo que hago como docente, para mí, implica factores internos y externos al estudiante, como ya lo mencioné, lo externo lo evaluó con productos de aprendizaje, pero la herramienta que me ha funcionado para poder “evaluar” lo interno, son las situaciones de aprendizaje, claro está, que para poder evaluarlas me baso mucho en la observación (guías de observación) y en el feedback de mis propios estudiantes, ellos son tus mejores sinodales al momento de ser evaluado tú, primero, antes que ellos.

Uno de los mecanismos de evaluación que utilizo bastante, son los puntos por participación, los cuales son acumulativos y después de cierta cantidad se hacen acreedores a algún beneficio, los cuales van, desde ser exento de realizar alguna tarea o exentar por completo el parcial, es un método conductista, sí, pero implícito lleva el poder tener una clase dinámica, emocionante y estimulante para los alumnos. Los evalúo a diario sin que lo noten, y no tiene que ser un momento tenso ni de pánico.

Hoy en día sabemos que es muy complejo “evaluar” el aprendizaje del alumno en términos de cuanto de lo que aprende aplica de forma significativa en sus decisiones diarias, que es realmente el fin de la educación, sin embargo, acercarse lo más que se pueda a esas nociones del estudiante nos pondrían de cara a una evaluación más real y relevante a la vez.

REFERENCIAS

Flores Ochoa, R. (2000). Autorregulación, Metacognición y Evaluación. Acción Pedagógica, 9, 1-11.

Carbonell Sebarroja, J. (2015). Pedagogías del SXXI. Barcelona, España: Octaedro Editorial.