Hacia una percepción más humana del Psicoterapeuta
Mtro. Juan Daniel Servín Núñez
Uno de los aspectos a los que se enfrentan los psicoterapeutas en formación es acerca de la relación paciente/cliente – psicoterapeuta, desde sus inicios de formación profesional como terapeutas. En este marco se construyen una serie de mitos y falsas creencias por ejemplo se piensa que el psicoterapeuta es el encargado de portar la salud a quienes vienen por ayuda, de dotar de herramientas a sus clientes y además dar la impresión de ser personas sanas, sin problemas y sin heridas.
¿Y en el fondo que persigue todo esto? Al parecer muchos terapeutas intentan Mostrarle a las personas que acuden a consulta que «sí se puede estar bien y feliz con la vida por más difícil que ésta sea». Esto último parece una idea sumamente genial, ya que se trata de mostrar que sí hemos podido salir fortalecidos de cada una de las experiencias de vida que hemos tenido a lo largo de nuestra historia. El conflicto ocurre cuando éste tipo de conductas no son más que máscaras utilizadas por ésta misma falsa creencia de pensar que somos el ejemplo vivo de lo que significa ser resiliente.
El ser resiliente no implica que aquello adverso que se haya vivido se transforme de un día para otro en algo positivo, sino que se trata de un proceso, de un tiempo y un espacio, en donde puedo darme permiso tanto para jugar el rol de enfermo como para pasar a ser una persona «sana». El estar sano tampoco implica que no puedo darme permiso para enfermar nuevamente o para volver a estados anteriores de consciencia, muy por el contrario, la forma en que vuelva a estos estados será siempre diferente e implicará una nueva experiencia que significará un aporte aún más grande en el camino del propio desarrollo personal.
Otra de las falsas creencias y prejuicios que existen dentro de nuestra maravillosa disciplina, es aquella que se trata de que «no podemos darnos el permiso de no saber algo». Creo que no hay espacio de mayor crecimiento personal que aquél en donde paciente/cliente – psicoterapeuta logran encontrarse en su propia ignorancia, y pasar de no saber nada, a un constructo en conjunto, en donde ambos podrán comenzar a tener cada vez más códigos en común que sin duda permitirán que la relación se transforme en un espacio mucho más rico en forma y contenido y se haga de este modo un verdadero encuentro. El ser ignorante no debiera hacer sentir menos a una persona, esto obligaría a marcar el comienzo y la búsqueda de alternativas creativas.
El entrenarse y formarse como psicoterapeutas no significa que se deje de ser uno mismo, ni tampoco significa que debamos dejar de somatizar, de tener estrés, de enfermarnos ni menos de tener estados de locura temporal, muy por el contrario, éste tipo de experiencias son las que más aportan a la hora de crear el vínculo con quienes solicitan nuestra ayuda. Este tipo de experiencias permiten tener una comprensión más amplia de lo que nuestro consultante requiere integrar para sí mismo.
Es importante permitir espacios de «retroceso» de nuestro camino de desarrollo personal, es importante mantener siempre esa inocencia y capacidad de asombrarnos ante lo más pequeño que pueda sucederle a un ser humano. La forma en que cada uno de nosotros adquiere las experiencias es sumamente personal, y no por el hecho de vivir experiencias cumbre significa que pierda la capacidad de asombrarme ante los pequeños problemas que se le presenten a otros.
Con este breve escrito intento hacer un llamado a volver a la inocencia, a volver a ser niños y reconciliarnos con nuestra propia persona. A reconciliarnos con lo que significa «ser en el mundo» y a saber que quienes acuden a pedirnos ayuda son personas iguales a nosotros. El ser especialistas en psicoterapia no nos convierte en Dioses ni en Maestros, sino en el acompañante que necesitan en algún momento quienes solicitan nuestra ayuda.
Deseo hacer una cordial invitación a visitar nuestro grupo de formación en psicoterapia, donde a partir de las técnicas de acción y el psicodrama nos construimos día a día como personas creativas para poner nuestras habilidades terapéuticas al servicio de quien lo pueda necesitar. Nos reunimos una vez al mes en sábado y domingo.