El Día Internacional del Hombre se celebra el 19 de noviembre cada año. Esta conmemoración tiene como objetivo resaltar los aspectos positivos de la masculinidad, así como llamar la atención sobre los problemas de salud, las desigualdades de género y los roles tradicionales que afectan a los hombres en la sociedad contemporánea. La idea de establecer un día internacional para los hombres nació en 1992, cuando el Dr. Jerome Teelucksingh, un académico y activista de Trinidad y Tobago, promovió la fecha con el fin de abordar temas específicos que afectan a los hombres, tales como la salud mental, la violencia y la equidad de género.
Teelucksingh eligió el 19 de noviembre en honor al cumpleaños de su padre, quien fue un modelo positivo en su vida. Desde entonces, el Día Internacional del Hombre ha crecido en visibilidad, aunque sigue siendo un evento menos conocido en comparación con el Día Internacional de la Mujer. A lo largo de los años, organizaciones internacionales y defensores de la igualdad de género han utilizado esta fecha para subrayar la importancia de la salud física y mental de los hombres, la prevención del suicidio, y la necesidad de redefinir los roles de género para lograr una sociedad más equitativa.
El Día Internacional del Hombre busca el reconocimiento de que tanto hombres como mujeres deben colaborar en la construcción de un entorno social más justo. Entre los temas clave del día se incluyen la lucha contra la violencia masculina, la promoción de modelos de masculinidad positiva y la superación de los estereotipos que limitan la expresión emocional de los hombres.
Es importante recalcar que, mientras que en algunos países se celebra como una oportunidad para resaltar las contribuciones de los hombres a la sociedad, en otros se percibe como un acto que omite o minimiza las desigualdades de género que enfrentan las mujeres. En este contexto, es necesario un análisis reflexivo sobre las desigualdades, injusticias y retos a los que se enfrentan los hombres en la sociedad contemporánea.
Uno de los problemas más graves que los hombres enfrentan es la estigmatización de su salud mental. En muchas culturas, existe la presión de que los hombres deben ser fuertes, no mostrar vulnerabilidad emocional ni buscar ayuda psicológica. Las expectativas tradicionales de masculinidad, que enfatizan características como la
fortaleza y la autonomía, generan una gran barrera para que los hombres reconozcan y aborden sus problemas emocionales de manera saludable.
De acuerdo con estudios de la Organización Mundial de la Salud (OMS), los hombres tienen una tasa de suicidio considerablemente más alta que las mujeres, lo que refleja la gravedad de este problema. Aunque las mujeres intentan suicidarse más frecuentemente, los hombres lo consuman de manera más letal debido a la elección de métodos más violentos. Esta diferencia resalta la falta de redes de apoyo emocional adecuadas para ellos, además de una subrepresentación de los hombres en programas de salud mental diseñados para ofrecer apoyo. La investigación también ha mostrado que las tasas de depresión y ansiedad son igualmente altas entre los hombres, pero son menos diagnosticadas debido a que no buscan tratamiento en la misma medida que las mujeres (Mahalik et al., 2003).
El concepto de «masculinidad tóxica» refuerza esta exclusión emocional, ya que se considera que un hombre no puede ser vulnerable ni expresar sus emociones abiertamente. Esta falta de expresión emocional afecta la salud mental de los hombres, impactando negativamente sus relaciones personales y profesionales. En este sentido, las campañas de salud mental que se centran en las mujeres, aunque necesarias, a menudo ignoran las especificidades de las necesidades emocionales masculinas (Addis, 2008).
Otro ámbito en el que los hombres enfrentan una desigualdad notable es en el sistema judicial, especialmente en lo que se refiere a la custodia de los hijos en casos de divorcio. Tradicionalmente, los tribunales han favorecido a las mujeres como las cuidadoras principales de los niños. Esto se debe a una concepción estereotipada que asume que las mujeres son naturalmente más aptas para el cuidado y la crianza. Como resultado, los hombres suelen enfrentarse a obstáculos al tratar de obtener la custodia compartida o primaria de sus hijos, sólo por el hecho de ser hombres.
Según un estudio realizado por el Centro de Investigación sobre Paternidad y Familia, los hombres que solicitan la custodia de sus hijos enfrentan un 30% menos de probabilidad de obtenerla en comparación con las mujeres, incluso en casos donde los padres son igualmente competentes. Esto crea una estructura en la que el rol paternal es minimizado, mientras que se perpetúa la idea de que la mujer es la principal responsable de la crianza (Madden et al., 2014). Este desequilibrio no solo afecta a los hombres emocionalmente, sino que también refleja una falta de consideración hacia los hombres como cuidadores activos y responsables. Las políticas que promueven una custodia más equitativa deben reevaluar estas presunciones para garantizar un trato justo a los padres en el sistema judicial.
Por otra parte, en lo que respecta a la educación y el mundo laboral son dos áreas donde los hombres también enfrentan desafíos que muchas veces son ignorados o minimizados. En el ámbito educativo, por ejemplo, las tasas de deserción escolar y fracaso académico son más altas entre los hombres que entre las mujeres. Un estudio realizado por la OCDE (2018) reveló que los jóvenes varones tienen más probabilidades de abandonar la escuela secundaria, y aquellos que se mantienen en el sistema educativo suelen obtener calificaciones más bajas en promedio. Las causas de esto son complejas, pero se puede argumentar que las expectativas de los hombres en relación con la conformidad con normas de género pueden ser un factor significativo. La educación convencional no siempre responde adecuadamente a las formas en que los hombres aprenden o se desarrollan emocionalmente, lo que contribuye a una mayor probabilidad de fracaso escolar.
Además, en el ámbito laboral, los hombres enfrentan una sobrecarga en ciertos trabajos debido a las expectativas de que deben ser los principales proveedores. A menudo, esto se traduce en una mayor presión por parte de las estructuras familiares y sociales, lo que puede llevar a un agotamiento extremo y estrés relacionado con el trabajo. En sectores tradicionalmente masculinos, como la minería, la construcción y las fábricas, las condiciones de trabajo son extremadamente peligrosas, lo que genera una tasa más alta de accidentes laborales y enfermedades profesionales (Gielen et al., 2018). La falta de políticas laborales específicas que consideren las necesidades de los hombres, tales como la equidad en la licencia parental o el apoyo emocional en el lugar de trabajo, contribuye a perpetuar esta desigualdad.
Aunque los movimientos feministas han tenido un impacto positivo en la lucha por la igualdad de género, es fundamental reconocer que las problemáticas masculinas también requieren atención. Las políticas y movimientos que buscan la equidad de género deben ser inclusivos y tener en cuenta las dificultades que enfrentan los hombres. De hecho, la equidad no debe ser vista como una lucha unidireccional, al contrario, debe tomarse como un proceso que beneficie al ser humano, y todas sus interacciones sociales.
Por ejemplo, mientras que las políticas feministas han avanzado en la lucha contra la violencia doméstica hacia las mujeres, los hombres también sufren violencia, a menudo en el contexto de relaciones íntimas, pero tienen menos recursos disponibles para denunciar o buscar ayuda debido al estigma social. En muchos países, las leyes de violencia doméstica están diseñadas de manera que favorecen
a las mujeres como víctimas principales, lo que dificulta que los hombres busquen apoyo en situaciones de abuso (Kaukinen, 2014).
El Día Internacional del Hombre es una oportunidad para reconocer las dificultades y desafíos que enfrentan los hombres en la sociedad moderna. Desde problemas de salud mental hasta desigualdades en la custodia infantil y el ámbito laboral, los hombres, al igual que las mujeres, experimentan barreras significativas que deben ser abordadas de manera equitativa. Para lograr una verdadera igualdad de género, es necesario un enfoque inclusivo que visibilice y aborde las problemáticas de ambos géneros, promoviendo una sociedad más equitativa para todos. Reconocer las injusticias que enfrentan los hombres no es un acto de restar importancia a las luchas feministas, sino un paso hacia una comprensión más completa y justa de la equidad en todos los aspectos de la vida.
*Journal of Family Law*, 18(4), 250-275.
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