Amo el fútbol y mi vida siempre ha estado vinculada a él de una forma u otra.

Ir al Estadio era una cita ineludible cada fin de semana, cita con la alegría, el orgullo y la pasión de ir a ver a mi esquipo.

A medida que fueron transcurriendo los años, aquella alegría fue desplazada por el terror.

Crecí dentro de las canchas, fueron años maravillosos, mismos que me hicieron amar el futbol, era feliz en un campo de juego y para mí significaba estar junto a mi papá más tiempo.

Entiendo que todo cambia y no me opongo al cambio, en el caso del futbol, de la forma en que se elige “manifestar” el fanatismo, eso sí es inaceptable.

Desde hace unos años para acá se volvió rutina, las peleas, riñas y hasta asesinatos en los Estadios, canchas de futbol y/o inmediaciones, antes, durante o luego de un juego.

Siendo una persona adulta ya dejé de enfocarme en el campo de juego, llamaba más mi atención el entorno, los hinchas(porra), los fanáticos, personas de ambos sexos, prevaleciendo el sexo masculino, niños entre ellos. Observar aquellas conductas dantescas me producían terror, no se sabía hasta donde eran capaces de llegar con su euforia, irracionalidad y fanatismo, parecía irreal, no coincidían con lo que era el espectáculo. El Coliseo Romano hubiera sido mejor escenario para aquellas figuras de las tribunas.

Al llegar a mi casa, siempre había alguna noticia referente a los hechos acontecidos, con algún herido, huidas masivas, y/o alguna persona fallecida, lo grave, es que se ha vuelto común que un fanático lo quite la vida a otro.

En mi inquietud de querer entender esas conductas que no podían de ninguna manera estar relacionadas o ser consecuencia de un desacuerdo entre hinchas, cambié totalmente mi enfoque y ahí fue donde los 90 minutos de juego me resultaron insuficientes. Mi total atención estaba en todas y cada una de las personas a las que alcanzaba mi vista, así aparecían rostros desencajados, ojos que trasmitían odio, palabras imposibles de transcribir en este trabajo, el lenguaje no verbal no correspondía tampoco a lo que era el evento.

Para esas personas, que se dicen hinchas, ir a un partido de futbol significa ir a sacar todo lo que   llevan dentro, reprimido, ese es el lugar y el momento donde descargarse emocionalmente.

Las conductas que vemos en su amplia mayoría en un Estadio son erráticas, fuera de lugar y contexto, lamentablemente no terminan ahí muchas de ellas, conocemos de la violencia que ejercen con su familia al regresar a su casa porque su equipo perdió.

Como es posible que ni el gobierno, organizaciones de salud, etc., no hagan nada por mitigar lo que sucede.

Se etiquetan alimentos porque debemos cuidarnos para no ocasionar tanto gasto a la salud pública, pero no se quiere ver, porque no importa, el riesgo y la consecuencia cuando no hay salud mental.

Nadie paga para simplemente ir a maldecir, insultar, pelear, golpear y hasta matar, a un partido de futbol, consideremos eso.

Las personas gritan un gol con rabia y odio, no con alegría, sino porque es la válvula de escape que tienen a la mano, y eso es, además, con lo que los niños y adolescentes crecen, eso es ir a presenciar un encuentro deportivo para ellos.

Atender la salud mental debe ser una obligación para las personas y para los servicios de salud, nos multan si no llevamos el cinturón puesto en un automóvil, pero está permitido manejar mentalmente mal y ocasionar accidentes.

¿Hasta dónde se debe llegar y cuantas vidas más arrebatadas, para entender la importancia de la salud mental?

Hasta cuando la salud mental tendrá la importancia, ¿relevancia que amerita? porque de seguir así, llegará un momento, que nos mataremos entre nosotros, no creo exagerar.

El presente trabajo se refiere sólo es un contexto, un Estadio de futbol, lamentablemente, existen muchos.